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FRANCISCO RODRÍGUEZ
Se ha definido a la moralidad desde un punto de vista subjetivo, como la ciencia de las costumbres, valores, normas y creencias de una persona o grupo social que funciona como una guía para obrar. Algo que aparentemente no puede ser cobijado por las leyes, porque forma parte del estro privado, incluso de las concepciones religiosas o éticas.
Pero ¿qué pasa cuando las actitudes morales caen en el campo de lo punible por las leyes que obligan erga omnes? ¿Qué pasa cuando una sociedad aplica vinculatoriamente aspectos que rebasan el comportamiento ético porque éste incide en el interés superior de una Nación? ¿En qué casos la moralidad de un sujeto o de un grupo atenta contra la convivencia de un país?
México está entrando a una transformación de régimen político, está llegando por su propia evolución a un momento en el que algunas conductas inmorales o antiéticas pueden comprometer el rumbo firme hacia el desarrollo colectivo, hacia la necesidad de aplicar reglas que deben corregir abusos extremos de observancia indefectible.
No es que aquí se propongan conductas del puritanismo prusiano, de cuáqueros empeñados en moralizar todo lo que encuentren a su paso hasta ahogar las manifestaciones individuales de la conducta en bien de una creencia superior. Eso es fanatismo moral. Algo absolutamente reprobable para cualquier sociedad.
Pero lo que sí debemos aceptar es que algunas reglas morales con sanciones legales son necesarias para corregir y escarmentar a quienes han abusado de la población escudándose en vacíos legales que para otras épocas y situaciones era impensable aplicar. México ha cambiado y eso debemos asumirlo y obedecerlo.
Es ya una cuestión de supervivencia social, de independencia política, de soberanía pura y dura. Si no lo hacemos, no podremos acompañar la transformación y podemos quedar anclados en los parámetros de una sociedad permisiva y abúlica, impotente ante los violadores de su convivencia.
Los peores deben tener límites reprochables por la ley
No es la moralidad de sacristía panista y retrógrada. No es la moral del Estado fascista que sólo castiga a los que no comulguen con los principios de il Duce, el que siempre tiene la razón. No es tampoco la moralidad de conveniencia que premia al astuto y castiga al frágil, que hace imperar el poder del dinero sobre la indefensión de la miseria.
Es, debe ser, una moralidad pública que jamás debió de haber sido abandonada en aras de una modernización simplona y acomodaticia. Es una moralidad social que está en la base de todas las naciones civilizadas, en el origen de las formas y los fondos que una sociedad acepta para poder superar las deficiencias de la condición humana.
Y en esto, hasta los pederastas de la religión coinciden en que se puede estar de acuerdo. Hasta los dictadores asiáticos, africanos o latinoamericanos saben que hay reglas que son impasables para cualquier sátrapa. Los peores deben tener límites punibles por la ley. La ley no distingue creencias ni ignorancias. Frente a su cumplimiento nadie puede fingir demencia.
La vorágine del enriquecimiento pudo más que el pensamiento
Cuando Alfonso Reyes escribió la Cartilla Moral sabía perfectamente que no iba a redactar un catálogo de conceptos incumplibles, ni iba a recetar normas de conducta para poder ser asumidas en el futuro, ni iba a proponer liturgias religiosas.
Él escribió para recomendar a las facciones revolucionarias triunfantes en el movimiento armado iniciado en 1910 lo que debía hacerse para promover entre los generales ambiciosos normas límite que frenaran el saqueo y la descomposición. No hizo la Cartilla pensando en construir un Estado confesional, nada más lejano de sus propósitos.
Lo hizo pensando en que las personas que hacen uso de los valores morales de la sociedad podían forjar un mejor destino con base en su comportamiento, con base en el respeto a los derechos de los demás. Todos lo ignoraron. La vorágine del enriquecimiento turbo pudo más que el pensamiento en el desarrollo colectivo.
Castigar con el rigor de la ley los excesos de presidentillos
Por eso hoy vale la pena volver a esa discusión, que no es moralista, es maciza desde el punto de vista de enfrentar al mundo convulso en que vivimos. Sirve como bloque de pensamiento colectivo frente a las agresiones de poderes ajenos, frente a los apetitos de los verdugos de siempre, de toda nuestra historia.
Rebasar la ética protestante es muy necesario. Venimos de otras raíces, y la base de nuestro desenvolvimiento no debe ser sólo el éxito económico, por encima de cualquier consideración. Siendo ricos no obedecemos mandamientos del Señor, ésos que a los protestantes los han salvado de todas las crudas morales de invasiones inconsultas.
Deben castigarse con el rigor de la ley los excesos de presidentillos que venden los secretos de Estado a los imperialistas, a cambio de un plato de caras lentejas, empleándose como cacharpos y lambiscones. Los ejemplos sobran, desde Salinas de Gortari hasta Peña Nieto. Debe castigarse el entreguismo y la falta de respeto al pueblo, vale insistir.
Debe castigarse con dureza a los ministros de la Corta ¿de Justicia? que tuercen las interpretaciones de la ley y crean jurisprudencias ñoñas a cambio de dinero, una prevaricación absolutamente imperdonable. Los excesos a los que se han llegado por parte de los togados no tienen límite, ni perdón posible.
Debe castigarse sin duda a los líderes obreros que se hacen diputados y senadores plurinominales eternamente cobrando con doble camiseta, en la empresa y en el gremio sindical, al mismo tiempo que en el presupuesto estatal. Los ejemplos sobran en los gremios estratégicos del país : petroleros, mineros, electricistas, magisteriales, y un largo etcétera.
Deben ser castigados ejemplarmente todos los corruptos, todos
Deben ser castigados los diputados y senadores chapulines que habiendo sido electos por la población en base a una declaración de principios de un determinado partido, tienen el morro de cambiar de chuleta a medio río y ofrecer algo en lo que nunca han creído, traicionando la voluntad electoral de sus correligionarios.
Deben ser castigados ejemplarmente todos los corruptos del cotarro. Los que abusan de los recursos que los electores y contribuyentes al erario hemos puesto bajo se administración temporalmente y derrochan patrimonialistamente como si se tratara de una herencia familiar.
Deben ser castigados los excesos que nos trajeron hasta aquí. No es posible que la memoria histórica sea ofendida por los rufianes que tratan de ser invisibles, que quieren estar por encima de las leyes humanas y hasta divinas. Son execrables y se trata de delincuentes confesos.
Que se persiga de oficio la falta de respeto a la Patria
Cuando es preciso proteger el interés supremo de la Nación, ninguna excusa es válida, ninguna denuncia tiene que ser ratificada, debe perseguirse de oficio la falta de respeto a la Patria. Sí hay inmoralidades punibles. Éso está fuera de toda duda.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: La entrega de los Premios Óscar de la política huehuenche en vivo y en directo y en exclusiva para usted un par de días antes de la ceremonia hollywoodense: Mejor película El Vicepresidente (Vice), estelarizada por Miguel Ángel Osorio Chong, como segundo de a bordo del sexenio más corrupto e ineficiente en la historia reciente de México. Actualmente, junto con su financiero Jorge Márquez, desempeña el mismo papel en el CEN del PRI donde manejan a su antojo a la siempre cruda sobrina incómoda de Carlos Salinas de Gortari… Jorge Márquez, ex oficial mayor de la Segob, mejor actor de reparto (de efectivo)… A Enrique Peña Nieto en Rapsodia Bohemia (Bohemian Rhapsody) por su reciente escapada a Madrid –donde habitó en la residencia comprada para él por José Antero Rodarte Cordero, su ex jefe de la Unidad de Apoyo a la Presidencia–, en compañía de una «señorrita» y un grupo de amigos varones… Para AMLO en su papel estelar de Nace una Estrella (A Star is Born) por la serie ininterrumpida Las Mañaneras… Y para el gabinete presidencial, estatuillas para todos por sus interpretaciones en Los Increíbles 2 (The Incredibles), pues ni ellos se la creen todavía. + + + Sobre la columna anterior, titulada Juicio a los expresidentes, la base de la equidad social, escribe don Manuel Parodi: «Perfecto… debemos presionar al Ejecutivo para que ¡se enjuicie a los expresidentes y compañía!! Nada de amor y paz porque se oye cómo concertación…»
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