CIUDAD DE MÉXICO, 28 de septiembre, (AMPRYT / CÍRCULO DIGITAL).- Una de las figuras políticas más importantes de la historia del Estado de Israel y sin duda un “gigante” de la política mundial, Shimon Peres impulsó siempre una política de acercamiento con América Latina.
Nacido en el seno de una familia judía polaca, el político, escritor, parlamentario y estadista sufrió un derrame cerebral el martes 13 de septiembre y la madrugada de este miércoles murió rodeado de los suyos, en un hospital israelí.
Quizá cuando llegó al territorio entonces administrado por el mandato británico, a los 11 años de edad, huyendo con sus padres del creciente antisemitismo europeo que terminó en el Holocausto, el joven Shimon pudo soñar que Israel se convertiría en la gran nación que es hoy, en el gran hogar para todos los judíos del mundo.
Tal vez llegó a imaginar que cuando llegara al final de sus días, aquella aventura emprendida por unos pioneros que reclamaban su sitio en el mundo se convertiría en la realidad que es hoy Israel: una nación próspera, dinámica y plural.
Él era un hombre de convicciones y sobre todo creía en Israel y en los israelíes, lo cual eso le llevó a ser desde joven muy activo; tanto, que el hombre que dejó este mundo era considerado el último de los padres fundadores vivos del moderno Estado de Israel.
Su obra política desde el laborismo empezó bajo la atenta mirada del primer ministro David Ben Gurion, el primero de esa nación, pero además fue un hombre de consenso, capaz de unir a fuerzas dispares a derecha e izquierda.
Eso le llevó a ser uno de los presidentes de Israel más respetados y admirados no solo en esa nación, sino en todo el mundo, incluso en Latinoamérica, región a la que siempre prestó atención especial.
Durante su presidencia realizó varias visitas a América Latina, después de varios años sin que un presidente israelí lo hiciera. Siempre tuvo tiempo para preocuparse por las relaciones bilaterales y la cooperación con naciones del continente americano.
Un día dijo en una entrevista con un medio latino que “América Latina es una región llena de vida y energía, casi romántica”.
Su nombre lleva a recordar uno de los episodios más relevantes de su trayectoria política: los Acuerdos de Oslo firmados en 1993 por las principales autoridades israelíes y palestinas, bajo la intensa supervisión de Shimon Peres en su fase de discusión secreta.
Era tan elevada su convicción con Israel como su concepto de paz, en la cual creía, estaba convencido de que era posible para dos pueblos en plenas condiciones de seguridad y cooperación, y que podían convivir en el futuro dos Estados: uno israelí y otro palestino.
Por un momento pareció que era una aspiración posible, aunque aquella ilusión de hace ya más de dos décadas se quebró.
Los esfuerzos del destacado israelí adelantado a su tiempo le valieron el reconocimiento internacional con el Premio Nobel de la Paz en 1994, el cual compartió con el líder palestino Yasser Arafat y al entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin.
Y pesar de que los Acuerdos de Oslo no pudieron consolidar la paz, Peres siguió remando en ese sentido y muestra de ello es uno de sus legados más generosos: el Centro Peres por la Paz.
Esta institución es la prueba evidente de que la coexistencia es posible, de que por encima de su origen o procedencia, los seres humanos lo que quieren es vivir en paz por encima de las aspiraciones de poder de sus políticos.
Desde hace más de 20 años, el Centro Peres por la Paz ha puesto en marcha innumerables programas de cooperación con palestinos, jordanos y egipcios, que prueban que es alcanzable la aspiración de construir un futuro brillante libre de conflictos.
Esa era la convicción de Shimon Peres, su receta para la paz y por la que tanto trabajó.