Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
· “No te pago para que me pegues”: López Portillo
· Periodismo es publicar lo que al poderoso disgusta
Ciertamente, el gobierno, cualquier gobierno no tienen por qué pagar ni a intelectuales ni a periodistas de oficio; no tiene derecho a mantenerlos, como en las sociedades patriarcales el marido mantiene a su mujer. Es denigrante, para el intelectual, para el periodista, para el gobernante, esa perversa relación de “te pago no sólo para que no me pegues, sino para que destaques mi desempeño como gobernante, o mi desempeño como empresario que oculta sus triquiñuelas, sus latrocinios con obras de presunta caridad”
Es ya clásico aquel sofisma del último presidente de la revolución, como él se autobautizó, José López Portillo, dirigido al colega Julio Scherer García, de que “no te pago para que me pegues”. O sea que el gobierno, es el que ha prohijado la corrupción de intelectuales y periodistas y éstos que están dispuestos y que gritan ¡corrómpanme! Pues lo que les paga la Universidad, si es que son académicos, o lo que les paga el medio informativo, no les alcanza para vivir y para darse algunos lujuriosos goces que no puede darse nadie que gane un salario de miedo.
Y estas reflexiones vienen a cuento por la anécdota de la confrontación entre Enrique Krauze y Tatiana Clouthier, coordinadora de la campaña electoral de Andrés Manuel López Obrador, quien acusó en un libro que acaba de divulgar (“Hicimos historia”, creo que se titula), en el cual acusa que Krauze formó parte de la subversión en contra del ahora presidente de la República al servicio de los adversarios del tabasqueño. Se indignó Krauze, por supuesto. Y tuvo que entrar al quite López Obrador para precisar, no sé si de dientes para afuera, que primero está la libertad de expresión, que es sagrada para todos los mexicanos. (No piensan así algunos que matan o mandan a matar a periodistas que dicen lo que a ellos no les gusta). El hecho es que Krauze declaró haber quedado conforme con la promesa presidencial de respeto a la libertad de expresión.
Algo parecido ocurre en el periodismo. Hubo hasta hace poco, hasta que tomó posesión López Obrador de la presidencia de la república, un grupo exclusivo, reducido, que fue el grupo de periodistas defensores de la filosofía, de la política, de la fama del grupo en el poder político, y que era superalimentado por el Erario. De la noche a la mañana se convirtieron en millonarios en decadencia porque ipso facto con la inauguración del nuevo gobierno éste les cerró la llave del controvertido financiamiento a cambio de escribir loas al presidente, Y todos los conocen. Y ahora, como ya no reciben el cochupo mensual, o el banner millonario que propaga las buenas obras gubernamentales, pues se convirtieron en críticos y, algunos, en denostadores del presidente, lo que ya entra en el terreno de las barandillas de la ahora vilipendiada justicia oral.
Sin embargo, este escribidor está con el sabio Voltaire que dicen que dijo: Puedo no estar de acuerdo con lo que opinas, pero defendería hasta con la muerte tu derecho a expresarlo, palabras más, palabras menos. Bienvenido el debate entre las izquierdas y las derechas, inclusive con quienes dicen estar en el centro, que para mí es el vacío.
Y siempre he defendido mi postura periodística como crítico: le hace más bien al poderoso una buena, razonable crítica, que la adulación, aunque esto no lo entiendan los poderosos. Algunos se enojan con el intelectual o con el periodista. Otros mueren de miedo. Pero aquí estaré siempre, como decía Gervasio, hasta que el cuerpo aguante, diciéndole al gobernante, al empresario la verdad sin cobrarle un solo centavo porque afortunadamente aprendí a vivir en la austeridad.
Y cuidado, Andrés Manuel, no metas a los intelectuales y periodistas verdaderos en el mismo saco de quienes venden su pluma y su dignidad. Te conviene la crítica, y yo digo que inclusive la que denosta, porque te permite, a ti gobernante, a ti dirigente empresarial, a ti dirigente gremial, no dejar de pisar la tierra. Siempre he defendido el axioma de que, en mi caso, los periodistas somos informadores y críticos, cuestionadores. Aplaudidores hay, en este momento de la historia, por lo menos 30 millones. [email protected]