En otro canal
Armando Reyes Vigueras
Es algo que se ha hecho común en redes sociales. Ante cualquier intento de crítica o difusión de algún error o irregularidad del gobierno actual, la legión de fanáticos sale a la defensa, pero no para aclarar los temas, sino para desviar la atención hacia la agenda que el presidente y su grupo desean se maneje. A cada crítica, la respuesta es simple: son parte del PRIAN, de la mafia del poder, de los nostálgicos del pasado corrupto, aunque no les digan mentirosos.
La propaganda nuestra
Hay que aclarar que sí existe una crítica mal intencionada hacia López Obrador, como también la existió en contra de Fox, Calderón o Peña Nieto –aunque sin muchos argumentos a su favor en el último caso–.
También hay que mencionar que el actual gobierno ha tenido ciertos aciertos en política social o en buscar que la austeridad marque la pauta de la administración pública, algo que hay que reconocer –con todo y sus excesos–.
Asimismo, es necesario apuntar que se trata de un presidente que es cercano al pueblo, que le gusta estar en contacto con la gente. Por esto, llama la atención como algunos de sus defensores lo intentan elevar a la categoría de perfecto y, con esto, negar la posibilidad de que se haga una crítica en contra de su gestión.
Y es que más allá de sus aciertos, también se debe reconocer que no se ha manejado adecuadamente el tema de la pandemia, como lo demuestran las más de 60 mil muertes, un escenario catastrófico de acuerdo a Hugo López Gatell.
Tampoco se deben dejar de mencionar los efectos de una crisis económica y el mal manejo que el gobierno ha hecho en este contexto, ni que decir de la inseguridad, la violencia en contra de las mujeres, los excesos cometidos en nombre de la austeridad, el desabasto de medicinas y las irregularidades que han sido documentadas en contra de funcionarios del actual gobierno federal, algunos de ellos han tenido que presentar su renuncia.
Pedir que se le dé un trato de ser perfecto, casi divino, a López Obrador es una muestra que parte de la conversación pública está influida por un sector fanático del lopezobradorismo, de otra manera no se puede entender como a cada crítica se responde con un intento de amedrentamiento, cada dato que muestra un error o irregularidad es respondido con adjetivos y cada noticia que muestra la falta de resultados es achacada a los nostálgicos del pasado corrupto.
En redes sociales se ha tenido ejemplos lamentables de este tipo de respuestas, como aquel personaje que aseguró que los niños con cáncer eran víctimas de la lucha contra la corrupción, cuando en el pasado no les habían faltado medicinas, o que serían los héroes de la 4T al morir.
Tampoco se entiende que incluso legisladores afines al gobierno digan simplemente que no se puede criticar al presidente, cuando antes hacían eso que ahora quieren evitar, o funcionarios públicos que bendicen al mandatario y tratan de justificar todas sus acciones, sin reconocer errores.
Si López Obrador hubiera enfrentado a una legión de fanáticos en sexenios pasados, no hubiera podido criticar el bajo crecimiento económico, la corrupción, los supuestos fraudes electorales, ni pedir la renuncia del presidente en turno o llenar a la clase política que gobernaba de un sinnúmero de calificativos.
Tampoco hubiera dejado de enfrentar a esos fanáticos y, como muchos de los que ahora lo defienden, se hubiera cansado de llamar “textoservidores” a quienes buscaban defender a toda costa al gobierno en turno en medios de comunicación.
La oposición es algo deseable en un sistema democrático, pues no sólo ejerce como contrapeso del gobernante, sino que ayuda a orientar a la opinión pública al contrastar lo hecho desde el gobierno, señalando errores e irregularidades.
En el sexenio de Calderón se criticó el uso de las fuerzas armadas en la seguridad pública y se señaló el número de muertes, incluso mediante la campaña #No+Sangre.
A Peña Nieto muchos lo criticaron por la evidente corrupción de su gobierno y aliados, como los gobernadores Duarte, así como por la frivolidad con la que se comportaba.
Pero ahora, parece que muchos buscan que sean temas tabú, que no sean abordados en medios y redes sociales, tratando de aparentar que no hay muertos por la inseguridad, que las fuerzas armadas no se siguen usando en seguridad pública y que la corrupción desapareció por arte de magia.
Es un intento de tapar el sol con un fanatismo que no distingue ni perdona a los de casa, como hemos visto ante las críticas de Víctor Manuel Toledo, Porfirio Muñoz Ledo o Carlos Urzúa.
No se trata de un presidente perfecto, sino de un ser humano con defectos y virtudes, a quien se le puede exigir que cumpla sus promesas de campaña, que castigue también la corrupción de sus colaboradores y que emprenda la reconciliación nacional que mencionó el día de la elección.
Aunque no se puede esperar mucho de quien se desespera porque no se menciona la rifa o intenta consultar al pueblo si se lleva a juicio a los expresidente en lugar de presentar las denuncias y pruebas conforme a derecho, algo que parece no entender nuestro presidente.