La geopolítica del caos está trastornando a los mercados financieros, el temor en este momento es que su durabilidad e intensidad en el tiempo termine trastocando diversas variables de la macroeconomía en los países más expuestos.
El mejor de los escenarios económicos para 2018 proyectado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) se encuentra tirado en una hoguera improvisada convertido en un leño ardiente haciendo su combustión al ritmo de los acontecimientos cotidianos.
El melón está abierto por completo, y todo puede suceder en la medida que se van entremezclando los sentimientos, las dudas, las amenazas y sobre todo la desconfianza.
Sí, hay que subrayarlo, en este análisis: la política perversamente unilateral y grosera de la nueva visión hacia el exterior y sus relaciones internacionales implementadas desde Washington ha fragmentado el pacto de caballeros, es decir, se ha cargado los pilares de la confianza, del respeto hacia el otro y hacia la credibilidad a la palabra dada y firmada que en diplomacia vale su peso en oro.
Muy posiblemente el minúsculo grupo de confianza del presidente Donald Trump no lo esté valorando, no observe sus consecuencias a mediano plazo, fundamentalmente si es que el magnate cumple con sus pretensiones de presentarse por un segundo mandato; una reelección que le metería en la Casa Blanca hasta 2025.
Después de la rabieta (de su salida a las malas del Pacto Nuclear) con Irán, francamente, cómo se va a entender en sus relaciones internacionales en los años que restan tanto con las grandes potencias como con los países emergentes pivotes del equilibrio y del consenso global. ¿Cómo le hará?
Claro porque puede que, lo que hoy asuma como un compromiso, pasado mañana de buenas a primeras se desdiga, lo desconozca o simplemente retire a su país sin mediarlo con nadie más ni respetar las cláusulas pequeñas.
El que se diluyan las bases de esa confianza no únicamente desata efectos geopolíticos, sino igualmente geoeconómicos… partamos del ejemplo de Irán: el país de los ayatolás tenía un bloqueo económico de casi cuatro décadas, después de signado el Pacto Nuclear en Viena en 201 tanto la ONU, Estados Unidos como la Unión Europea (UE) acordaron levantarle las sanciones a cambio de la desnuclearización limitada, controlada y en observancia de la OIEA.
Gracias a ello no únicamente se han restablecido nexos comerciales, sino también empresariales, muchas empresas privadas han visto la forma de cómo hacer negocios con Irán.
Por mencionar algunas con contratos con la república islámica encontramos a Airbus, GE, Volkswagen, Renault, Nissan, Boeing, Meliá y otras muchas más; Boeing tiene un contrato cercano a los 20 mil millones de dólares para modernizar la flota de la aviación aérea civil de Irán y Airbus otro más por 10 mil millones de dólares por la venta de 100 aviones.
Estos contratos que ya están en marcha se han quedado entre la espada y la pared por la decisión repentina del presidente Trump de abandonar unilateralmente el pacto ante el asombro de los otros países avalistas y firmantes como son Francia, Reino Unido, Alemania, China, Rusia y también la UE.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos ha dado un plazo de hasta 180 días para cortar todo tipo de relaciones económicas con los iraníes porque después de ese tiempo límite empezará a aplicar una serie de sanciones contra las empresa con nexos con Irán. Y la amenaza también busca afectar a personas físicas y morales.
La UE valientemente ha decidido no jugarse su credibilidad y al parecer cortará su cordón umbilical de Washington, ya estudia los mecanismos para proteger a sus empresarios que desde hace meses tienen negocios en desarrollo en Irán y que, en obvias circunstancias, no pueden salir corriendo no nada más porque deshacer este tipo de inversiones es complicado (no son especuladores bursátiles) también son personas serias.
A COLACIÓN
Toda esta lamentable mescolanza va colándose a los mercados haciendo ruido, azuzando los indicadores, inyectando nuevas dosis de nerviosismo porque en los parqués bursátiles dicha incertidumbre termina lastrando los sectores más expuestos a Irán y a las sanciones anunciadas.
Después está el precio del petróleo, una de las grandes variables fundamentales para las economías del orbe al momento de elaborar sus respectivos presupuestos anuales.
Sobre todo si se es un país importador de hidrocarburos el impacto negativo será mayor, aunque en una aldea global tan interrelacionada, nadie queda exento –séase o no importador neto o exportador neto- y es que termina infiltrándose por diversas vías por la interrelación comercial y al final le pega al consumidor de a pie y eleva la inflación.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
@claudialunapale