Línea Fifí
Por Martín de J. Takagui
Errores de seguridad pública y de procuración de justicia, de las llamadas de emergencia y excesos de las redes sociales revolvieron el fatal secuestro de Norberto Ronquillo Hernández, al grado que hoy menos que nunca, existen indicios de cómo se pueda esclarecer el asunto.
Si bien uno de los primeros errores en el caso fue la ruptura de la cadena de custodia del lugar de los hechos, cuando los policías preventivos entregaron el carro de Norberto a su pariente, la responsabilidad final, es de la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, mientras que la información falseada que dio la procuradora Ernestina Godoy, en torno al asunto, no deja de ser un problema de comunicación.
Una muerte de un estudiante, de una persona, de un joven, de un ser humano, es de la mayor importancia; sin embargo, pareciera que el gobierno de la ciudad quisiera deshacerse de la responsabilidad, asegurando que se investigará, mientras que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum asegura que ella está del lado de las víctimas, del lado de la justicia y que está trabajando por el esclarecimiento.
El agua llegó tan alto, que el presidente Andrés López Obrador, durante un evento público en la Alcaldía Gustavo A. Madero se atrevió a convocar a la gente para respaldar a la jefa de gobierno y él mismo inició un coro que decía: “No está sola, no está sola”, a manera de respaldo a la jefa de gobierno.
Ella por supuesto que no está sola, quien se ha quedado sola es la familia de Norberto Ronquillo Hernández, cuya madre solamente decía que “yo venía a la Ciudad de México por el diploma de terminación de estudios de mi hijo y lo que me entregan ahora es su acta de defunción”, trágica declaración.
Se trata de un crimen, una serie de errores, de omisiones, de fallas en la comunicación y de inexperiencia en los cargos que hoy en día son los más importantes para los capitalinos, que son los que se encargan de la Seguridad y de la Procuración de Justicia para los ciudadanos.
Norberto será tristemente recordado como una de esas víctimas cuya suerte se acabó desde el mismo momento de su secuestro, la llamada al 911, la búsqueda por parte de la policía no se concretó, la investigación, se truncó y se trata de un nuevo caso que se erige como un ícono de la impunidad.
La impunidad que ofende, la impunidad que castiga a los deudos, la impunidad que, aunque no se olvida, tampoco se resuelve y cuya responsabilidad no puede ser más que de un gobierno que no ha sabido tomar las riendas del poder y que hasta hoy mantiene mantiene un vacío en el quehacer de procuración de justicia y en la custodia de la integridad de los capitalinos.
Y los datos son reveladores, ya que en los primeros cuatro meses de este año, se contabilizaron 39 carpetas de investigación por secuestro, mientras que en el mismo período de 2018 el número de carpetas iniciadas fue de 22, lo cual representa un incremento de 77.65 por ciento tan solo en un año.
Las colonias Centro y Roma son las de mayor incidencia, pero si hablamos de las alcaldías, en general, observamos que la de mayor incidencia de secuestro es Iztapalapa, le sigue Gustavo A. Madero y Tlalpan.
La administración Sheinbaum tiene muy poco tiempo para corregir el rumbo, el caso de Norberto Ronquillo, es una herida que permanecerá abierta y que será mencionada como un emblema de la inseguridad, y si no se resuelve en breve, puede convertirse en un lastre sexenal.
Hoy los capitalinos no queremos respaldo a la jefa de gobierno, no queremos discursos, los mexicanos estamos viviendo una situación inédita de violencia que ni el gobierno federal ni los gobiernos estatales han podido revertir. Las actuales administraciones aseguran que “los anteriores nos dejaron un cochinero”, pero llevan medio año en la casa y ni siquiera han tomado la escoba para empezar a levantar lo que dejaron tirado aquellos.
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