Una caguama y ch’arrones para ‘el Bronco’ en la IBERO
· El aspirante independiente a la Presidencia de la República da ‘show’ ante la comunidad universitaria
Ciudad de México, 07 de Junio (AMPRYT/CÍRCULO DIGITAL).- Un grupo de jóvenes lo ve pasar por la explanada central de la Universidad Iberoamericana. Uno de ellos le grita a bocajarro: “¿Unas cervezas, ‘Bronco’?”. El candidato independiente a la Presidencia, Jaime Rodríguez Calderón, lo mira y contesta con una sonrisa: “Mejor unas caguamas”.
Se ve tranquilo. Camina con soltura y responde a los llamados con el pulgar hacia arriba. Como rockstar, saluda a quienes están en los pisos superiores de la IBERO y hace patente con mímica una de sus propuestas electorales, la más polémica, la bíblica —dirá después en conferencia—: abre la mano izquierda y la lleva directamente a la muñeca derecha. Hace un movimiento de arriba abajo, como si cortara su extremidad.
Le ríen el gesto y lo vitorean quienes hacen una fila para entrar al auditorio donde se llevará a cabo la charla. Se leen algunas pancartas: ‘Aquí la raza por Bronki’ y ‘Team Bronco’; mientras alguien lanza un comentario que puede llevar sarcasmo incluido: “Estamos con el candidato más progresista (risas)”.
Entre la algarabía y el ruido propio de una universidad, y la presencia —se quiera o no— de una figura política, suena en una bocina Queen. La canción parece la ideal para el invitado: Somebody Love You. “Lo quiero ver pasar”, dice un joven en las escalinatas que llevan a Rectoría. Su compañero lo secunda: “Lo quiero ver por morbo, es por eso”.
En eso están quienes lo esperan, cuando se encuentran de frente con ‘el Bronco’ —no hay duda que es él, hasta lleva el logo de su candidatura bordado en la camisa, a la altura del corazón—. “Hola, chavos. ¿Ya desayunaron?”, les pregunta el independiente. Se toma una selfie y los conmina: “Pórtense bien para que no les moche la mano”. Se ríe. Le ríen la ocurrencia.
Entra pleno al Auditorio José Sánchez Villaseñor, los asistentes lo reciben con decenas de celulares que desean tomar la foto. Saluda a la raza, posa con quien quiere, mueve la mano que imaginariamente se ‘mochó’ a su llegada. Después de un video y una semblanza, comienza su show: es hábil en el cotorreo y en el ingenio para decir frases. Nada le pide a su rival de contienda, a un ‘tal’ Andrés Manuel López Obrador.
Qué tal estas ‘joyas’: “Mi madre tuvo 10 hijos… Mi padre le ayudó, obviamente”; “soy adicto a la tecnología. Mi FBI (Facebook Bronco Investigation) está funcionando y despertando a las nuevas generaciones”; “me han preguntado qué voy a hacer con las manos. Ese ya no es mi problema” y con el público aplaudiendo, por qué no demostrar quién lleva las riendas: “Atrévanse a preguntarme lo que sea, y yo les contestaré lo que me dé la gana”.
Por momentos, busca ser fregón y se lanza contra la partidocracia; en otros, dice sentir gacho por cómo se encuentra el país; recuerda que le pidió a la raza de Nuevo León chanza —o chance— para dejarlo ir a cambiar conciencias, despertar a quienes duermen y no hacen nada por mejorar. No cree en mesías, pero a veces se muestra ‘iluminado’, como un motivador o predicador que modula la voz y es paternalista.
Hace stand up, no hay duda. Habla de su propuesta política, pero le agrega sabor con dichos, lenguaje frontal y una que otra grosería: “Todo para el que trabaja, cero para los güevones”; “mándenme un WhatsApp. Les doy mi número nuevo porque el otro se me colapsó”; “voy a poner un ánfora para que me ayuden con mi campaña”, pero nada supera “a quienes no me crean, me esperan allá afuera para cotorrear a toda madre”.
Incluso, cuando habla de las tragedias que ha vivido, tiene una idea en la punta de la lengua: “A mi hija Victoria le quería poner Blindada Rodríguez, pero mi esposa no me dejó”, lanza a la audiencia, al recordar el día que lo quisieron asesinar, pero se salvó. Ya entrado en gasto y sabiendo que no es eterno, pidió que cuando muera le lleven a su tumba una caguama y unos ch’arrones.
Es chistoso, bromista, pero a veces se nota inquieto: mueve las piernas, refuerza sus ideas con las manos y cruza los pies. Por momentos, es intransigente, sobre todo con preguntas incómodas o cuando lo increpan en temas que pensó superados. Al final, se disculparía, pues así son en el norte, muy frontales y hablan fuerte.
Por cierto, se nota su amor por Nuevo León, entidad que gobernó-gobierna-gobernará en el marco de esta elección y después del 1 de julio: ‘en mi entidad, hicimos esto; allá, hicimos lo otro’, pero niega querer convertir a todo el país en territorio nuevoleonés. Eso sí, no viviría en la Ciudad de México, preferiría, en todo caso, irse a Chiapas (temporalmente).
Como si estuviera haciendo la asada y tomándose una Tecate de 20 ‘bolas’, empieza a cotorrear y se presenta: “Soy ‘el Bronco’” y arremete contra sus oponentes. “No soy mesías (AMLO); no hablo otro idioma (Ricardo Anaya) y a (José Antonio) Meade nadie lo pela”. Otra vez las risas, los aplausos, el sentirse dueño del escenario.
Envalentonado, explica su estrategia con el presidente de Estados Unidos: “Me sentaría con (Donald) Trump, le echaría un tuitazo y le hablaría directo: ¿qué te hemos hecho?”. Humilde como cualquiera, también requiere una ‘sobadita’ en este mundo complicado y rudo de la política; para ello recurre a su ‘caja del ego’. Sí, en ese cofre guarda algunas fotos o regalos que le hacen sentir mejor. Faltaba más, es bronco, entrón, pero a veces la responsabilidad de cambiar al mundo es mucha. Me quiero sentir fregón”.
Afirma que no cree en Santa Clos, pues siempre le regala a los que ya tienen, y comparó a quienes promueven el asistencialismo con este personaje: “Se siente a toda madre regalar lo que no es tuyo”. Al final, dijo, sólo cree en él y el fruto de su trabajo. Todo iba bien, había capoteado algunas preguntas y cuestionamientos, pero salió airoso en más de una ocasión.
Pero todo se derrumbó cuando se le acusó de machista por algunas declaraciones hechas en el pasado; aunque lo negó y explicó lo que quiso decir, terminó por perder, incluso a sus seguidores, al emitir: “El hombre debe ser proveedor”. Silbidos, abucheos y muchos ‘tssss’ se escuchan clarito y las recriminaciones llegaron. Se ‘incendió’ el auditorio, se caldearon los ánimos.
‘El Bronco’ no desespera, pero sabe que metió las trancas. La moderadora le hace preguntas rápidas. Responde a bote pronto que lee el libro vaquero —aunque después afirma que lo marcaron La muerte de Artemio Cruz y Cien años de soledad—, le gusta escuchar a los Creedence, toma un tequila antes de dormir y que hay muchos güevones en México.
Se describe fácil: “Soy raza, no le sacó la vuelta”. En su mensaje final, parece que se le asoman las de cocodrilo —así llama él a las lágrimas—. Para redimirse, ofrece disculpas por si alguien se sintió ofendido por lo que dijo. Pidió a los asistentes seguir lo que les dice su corazón. Parece que se quiebra, pero se mantiene firme mientras le vuelven a aplaudir.
Parece que todo fue un éxito. En medio de porras al compás de “¡bronco, bronco!”, se escucha la disidencia: “Eres un machista”. No sé inmuta, camina por la IBERO y es escoltado por los medios que no se cansaron de escucharlo casi dos horas, quieren la declaración final.
Una joven, a quien Jaime Rodríguez le firmó la pancarta de ‘Aquí la raza por Bronki’, resume la visita de quien busca ganar las elecciones el 1 de julio: “Es retrógrada y sexista, pero me parece el más simpático”. Sí, tal vez su creatividad y popularidad le dé para ganar amigos y seguidores, pero quién sabe si para llegar a la Presidencia.