Claudia Luna Palencia
Hasta el momento la OTAN se ha salvado del menosprecio del presidente Donald Trump, como inesperado candidato republicano a la Presidencia ya aventuraba toda suerte de profecías en contra del multilateralismo imperante tras el final de la Segunda Guerra Mundial y también de la Guerra Fría.
Hay un intenso sismo en las relaciones multilaterales y en las instituciones eje de dicha concordancia y concomitancia, fruto de la negociación, del reconocimiento del derecho de terceros y de la buena voluntad por sostener la paz.
El brillante político estadounidense Henry Kissinger es un defensor de la multipolaridad, él entendía que cada vez nuevos jugadores clave como China se irían sumando al juego de fuerzas en la arena mundial.
El nonagenario admiraba al presidente Harry S. Truman y a su ideario: “No sólo había que derrotar a los enemigos también había que meterlos de lleno a la comunidad de naciones”.
Es decir, la pertenencia al grupo es clave, toral, vital e importantísima para dirimir los conflictos y sostener el equilibrio en las fuerzas del poder, quizá por eso una forma de castigo para los países cuyos líderes violan los acuerdos de forma unilateral es precisamente excluirlos del concierto internacional; para cuando es necesario entrar en una acción beligerante también se lleva a cabo con el consenso de la comunidad internacional.
Muy bien, pero, ¿qué pasa cuando el que se quiere ir del multilateralismo es precisamente el país que hilvanó una a una las reglas, normas e instituciones del orden mundial forjado desde hace 72 años?
En el fondo, ¿cuál es el mensaje que está enviando Trump con la ruptura? ¿Qué es lo que él ha percibido como inservible y poco funcional? A tal grado que en su idea ejecutiva, lo digo desde la postura de empresario, no quiere seguir pagando más del erario estadounidense para sostener el entramado.
Y no es sólo sostenerlo con dinero-aportaciones pecuniarias (o con tropas en el caso de la OTAN) es la idea de irse; en primera instancia hay un desdén hacia poco más de setenta décadas del orden mundial establecido.
En segunda, una violación de los acuerdos globales porque de pronto, de manera unilateral, el inquilino de la Casa Blanca en nueve meses de ejercer como presidente decide, con aire de suficiencia y prepotencia, atentar contra el multilateralismo (que es precisamente el reconocimiento a los demás, a la existencia y el derecho de los otros países).
Al decir “nosotros nos alejamos y nos cerramos”, la nueva diplomacia (sic) estadounidense proporciona el pretexto perfecto para que muchos otros países lo secunden. Porque si el gigante americano cree que puede sostenerse sin grandes tratados comerciales, sin pertenecer a los organismos internacionales… muy seguramente otras naciones acostumbradas a violentar constantemente ese orden establecido harán lo propio.
Que sea uno y después dos, tres, cuatro o más países los que poco a poco vayan rompiendo acuerdos, saliéndose de éstos, retirando su apoyo en todos los sentidos a los organismos internacionales llevará a romper el molde heredado de la Segunda Guerra Mundial.
A COLACIÓN
No creo en el unilateralismo porque es la ley del viejo oeste un “yo marco mi territorio, yo pongo mis reglas de convivencia, yo estipulo las normas y a quién no les guste que se atenga a las consecuencias”.
Eso mismo es lo que peligrosamente está llevando a cabo Trump: comenzó su mandato –en enero de este año- sacando a Estados Unidos (Chile ya amenazó con irse) del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) que signó su antecesor el presidente Barack Obama para darle cuerpo al mayor tratado del orbe, un tercio del comercio internacional; después le disparó a la OTAN, no dudó en recriminar a los mandatarios europeos sus aportaciones y en tono irónico inauguró las nuevas “y lujosas instalaciones de la OTAN pagadas por los americanos”. Están prendidos con alfileres.
Con México y Canadá está a punto de enterrar el NAFTA-TLCAN porque prefiere acuerdos bilaterales bajo sus condiciones; la semana pasada retiró a Estados Unidos de la UNESCO en protesta por un sesgo –que vienen objetando desde hace unos años en la Unión Americana- propalestino por la inclusión en 2011 de Palestina y en julio pasado por añadir a Hebrón y la mezquita de Ibrahimi en la lista del patrimonio del organismo. Acto seguido, Israel anunció que también abandonará la UNESCO.
El nuevo manotazo está por caer: Trump quiere desconocer el acuerdo con Irán que es obra directa de la intensa mediación de la Unión Europea (UE) entre ambas naciones para distender las relaciones entre EUA e Irán. Y es un acuerdo firmado en protocolo de mediación con varios países europeos como garantes del mismo. Pero Trump es tan Trump que lo va desconocer unilateralmente. Las consecuencias de vivir en un mundo en el que impera la ley de cada quien serán una vía hacia un pronto desastre…
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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@claudialunapale