A Vuelapluma
Renato Consuegra
Como en la comedia cinematográfica donde alguien tiene que llegar a hacer el aterrizaje del aeroplano que se encontraba sin piloto, en nuestra realidad mexicana tuvieron que llegar los transportistas afiliados a la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga CANACAR, con 3 mil 500 autotanques, para devolver cierta tranquilidad a la Ciudad de México y otras, donde pese a no haberse recuperado el abasto de diesel y gasolinas al ciento por ciento, este inicio de semana quitó presiones a los factores productivos del país.
Sin embargo, esta experiencia nos demuestra algunas vicisitudes sobre la forma cómo Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, nos gobierna. Y de entrada, se puede notar que aún no se convierte en un Jefe de Estado, sino que sigue manteniendo un discurso y acciones de candidato en plena campaña. Y sigue en campaña porque su siguiente meta son las elecciones de 2021.
Sus largas conferencias de prensa le sirven para machacar, una y otra vez, aunque cuente verdades a medias o mentiras completas, las mismas letanías, acusaciones y frases en contra de quienes logró posicionar como sus adversarios políticos. López Obrador ya dio muestras de que no le interesa el bien común, sino lograr el poder absoluto que le daría tener la más amplia mayoría en la Cámara de Diputados en la siguiente legislatura.
Pero, cuidado, existen también muestras de que su combate a la corrupción no es en serio, sino sólo un discurso, una cortina de humo, para hacer creer lo que prometió y que no realiza.
Hoy la pregunta es: ¿Por qué no primero investigó, denunció, atrapó y sancionó a los empresarios gasolineros, a los funcionarios y trabajadores de Pemex, a los miembros del sindicato y todos aquellos que aprovechando sus posiciones laborales se beneficiaron de la sustracción ilegal a los ductos de las gasolinas e, incluso, la operación que se dio en las propias refinerías, conocimiento del que el Presidente, sus colaboradores y seguidores hacen alarde.
Sin pruebas no se puede culpar, y pasa por sobre el estado de derecho y las instituciones. Pero lo más peligroso que hace el hoy Presidente es que su palabra valga más que las pruebas y la justicia verdadera. De esta forma está golpeando al contrato social y nos lleva rumbo a la trampa de que sólo su voz tiene poder y es palabra justa y justiciera.
Nadie en su sano juicio se opone a que tome medidas judiciales en contra de quienes tanto daño han hecho a las finanzas de la paraestatal y del país. Nadie. Eso lo estamos esperando, no por un sentido de venganza, sino para realmente parar el saqueo al país y que los beneficios para unos cuantos se conviertan en oportunidades para todos, sobre todo quienes menos tienen.
Pero así como el presidente ha “denunciado” la existencia de sabotajes que impidieron la pronta recuperación del abasto a la Ciudad de México y el centro del país, sin una sola prueba, tampoco su gobierno ha dado a conocer los nombres de quienes están involucrados. Decir que existe un número determinado de carpetas abiertas no es un resultado. No hasta que se vean dentro de la cárcel a los responsables.
Y, seguramente, no los habrá, porque el propio presidente dijo este lunes 14 que es partidario del punto final y de iniciar una campaña en contra de la corrupción y la impunidad a partir de ahora. Es decir, amnistía para los presuntos huachicoleros. Si no llega a los verdaderos responsables, como también ya anunció que no lo hará con los narcotraficantes, estamos frente a un grave escenario.
Ese escenario que se llama “quítate tú, para ponerme yo”. Es decir, que dejará toda la estructura criminal, no se desmantelarán las redes y, dentro de poco, todo seguirá igual y todo esto y sus consecuencias financieras para los ciudadanos del país y las empresas, sólo habrá servido para que pudiera continuar con su campaña política para obtener el poder absoluto.