Ciudad de México 07 Abril (MENSAJE POLÍTICO/CÍRCULO DIGITAL).-Roberto tenía siete años, estudiaba el segundo grado de primaria en una pequeña escuela rural del estado de Oaxaca; él anhelaba que todos los días fueran fin de semana para no ir a clases, para no tener que ver a sus compañeros, algo que su familia no lograba comprender.
El miedo era tan grande que al llegar al salón siempre buscaba sentarse en la parte de atrás, para así pasar desapercibido, aunque nunca lo logró; en algunas ocasiones se quedaba dormido en el pupitre, y sus compañeros lo despertaban aventándole agua en la cara, golpes y burlas que casi hacían vibrar el aula.
En muchas ocasiones, cuando despertaba ya no encontraba sus libros o sus trabajos estaban deshechos, además sus compañeros se reunía en grupos para golpearlo dentro y fuera del salón de clases; a los pocos meses dejó de ir a clases, se encerró en casa y finalmente, un día estuvo a punto de quitarse la vida.
El acoso del que fue víctima Roberto sólo quedó en el aula de clases, en la calle, en su familia, ya que en ese tiempo los estudiantes no tenían acceso a internet, mucho menos a las redes sociales. Sin embargo, hoy en día este fenómeno escaló a todas las plataformas digitales, por lo que la víctima es expuesta a nivel mundial, provocando que el hostigamiento sea mayor.
Recientemente, en los medio de comunicación se dio a conocer el caso de una joven de 19 años, originaria de Coahuila, que decidió quitarse la vida tras difundirse imágenes íntimas suyas, sin su autorización, a través de una página de Facebook.
Al ser el espacio donde interactúa todo el mundo, las redes sociales como Facebook, Twitter y WhatsApp se convirtieron en una ventana para transportar un problema social: el acoso, donde se humilla, ofende, amenaza, extorsiona o difama a alguien, que cuando se aloja en el espacio cibernético se convierte en ciberacoso o ciberbullying.
De acuerdo Priscila González Mar, académica y consultora en la carrera de Psicología de la Universidad Panamericana (UP), el ciberbullying es un tema que antes se suscitaba más en la niñez y adolescencia, pero con la democratización de las tecnologías se ha ido descontrolando y evolucionando, hasta llegar a la adultez.
“(En las redes sociales) tú información no es segura y puedes ser presa fácil de este tipo de situaciones; puede ser por acoso sexual o por un acoso social sumamente fuerte que te puede llevar a situaciones verdaderamente graves como lo es el suicidio”, señaló en entrevista con Notimex.
La tarde del domingo 31 de marzo, la cuenta de Twitter del movimiento Me Too Músicos Mexicanos dio a conocer un testimonio anónimo de una mujer que aseguró haber sido víctima de acoso sexual por parte de Armando Vega Gil, bajista del grupo musical Botellita de Jerez, cuando ella tenía 13 años y el bajista 50.
Luego de esta publicación, la madrugada del día siguiente, el músico mexicano anunció su suicidio en Twitter, asegurando ser inocente, sin embargo, dijo estar consciente de que esas acusaciones mancharían de por vida su trayectoria artística y afectarían a su familia.
“La persona que llega a sufrir este tipo de acoso (cibernético) es alguien que es sumamente vulnerable a esta situación; llega a afectar su autoestima de una forma muy grave y su autoconcepto, inclusive, hasta a dudar de quién es, la fortaleza, los recursos propios con los que pueda afrontar una situación se tambalean”, señaló González Mar.
Sin saber si es cierta o falsa la acusación que se hace en en el mundo virtual y sin conocer a la persona que está detrás de ella, el señalado es víctima del “linchamiento” mediático, ya que los internautas se convierten en jueces y verdugos.
“Ahí entra la parte grave de hacer acusaciones cuando no hay fundamentos; hay que tener mucho cuidado; (…) al crear cuentas que son para denuncias, siempre se debe tener fundamento en lo que se dice, porque la situación puede ser perjudicial”, consideró la especialista.
Y es que, dijo la psicóloga, la vida laboral de la víctima se ve completamente afectada, ya no quieren salir; además se ve completamente “tronado” y desecho en la parte emocional, por situaciones de este tipo.
Antes de quitarse la vida, Vega Gil dijo: “aunque se supiera la verdad, se aclarara, ya me hicieron polvo, ya no tengo credibilidad como músico, fotógrafo y como escritor, que aparte, la mayoría de cosas que hago son para niños y adolescentes, entonces me voy a quedar sin trabajo».
La especialista consideró que lo grave del ciberbullying es el alcance que llega a tener, pues entrando a redes sociales ya está fuera del alcance de la víctima para detenerlo.
#MeToo, un movimiento que nació con rostro y nombre
El movimiento #MeToo inició en 2006, de la mano de la activista estadounidense Tarana Burke, luego de que en 1996, mientras trabajaba en un campamento para niñas, escuchó que una de ellas había sido abusada por un familiar, y no pudo decirle: “yo también” (me too, en inglés).
Pero fue a finales de 2017 cuando este movimiento tomó fuerza en Estados Unidos, para ser precisos, luego del 5 de octubre, cuando el diario The New York Times publicó un reportaje en el que se señalaba de acoso sexual, contra actrices, modelos y productoras, al productor de cine Harvey Weinstein.
Tras darse a conocer esta investigación, el productor fue despedido de Weinstein Company, compañía de la cual era co-fundador; asimismo, ante el creciente número de denuncias, la actriz Alyssa Milano invitó a escribir en Twitter Me too (yo también) “si en el pasado fueron acosadas o violentadas sexualmente”, y en pocas horas, el hashtag #MeToo se viralizó.
Fue un movimiento que nació con rostro, donde las víctimas hacían denuncias dando su nombre y apellido. Incluso, el actor Kevin Spacey, protagonista de la serie de Netflix “House of Cards”, fue acusado por Anthony Rapp de haberlo acosado sexualmente cuando tenía 14 años; posteriormente, cancelaron su participación en la exitosa serie y Spacey fue despedido.
En México, este movimiento llegó casi al mismo tiempo, cuando, la actriz Karla Souza narró que había sido acosada sexualmente, sin que en ese momento dijera el nombre de su acosador, y de ahí vinieron otros testimonios, pero después esto fue perdiendo fuerza, hasta este año que volvió a surgir.
A través de Twitter se crearon cuentas como @MeTooCineMx, @MeTooPeriodista, @MeTooCreativos, MeTooFotografos, @MeTooAcademicos, @metoomusicamx, entre muchas más, pero con una nueva forma de operar: hacer denuncias bajo el anonimato sobre casos de acoso o violencia sexual.
En ese sentido, Cynthia Solís Arredondo, socia-directora de Lex Inf, despacho especializado en derecho informático, opinó que en la actualidad se hace un uso desmedido de las redes sociales, las cuales se convierten en un campo ideal para llevar a cabo conductas de acoso cibernético, entre ellas la difamación.
“Es muy importante que seamos muy cuidadosos con la forma en la que nos desempeñamos en las redes sociales, no está mal generar esas cuentas de ayuda y de auxilio para las personas que han sido acosadas, solo que no se trata de hacer denuncias públicas, sino de recibir esas denuncias, darle apoyo psicológico a las víctimas y apoyarlas para que acudan a las autoridades a denunciar”, indicó.
Abundó que de nada sirve que esa persona acusada sea “linchada” en redes sociales, ya que puede que “sea cínica y lo siga haciendo, y si realmente es un acosador es un peligro y está libre”, pero si no estarían acusando sin fundamentos a una persona inocente.
“Jurídicamente, las únicas denuncias se deben hacer ante las autoridades competentes, sino es una denuncia se puede llamar queja o se puede caer, incluso, en difamación, porque el único órgano del Estado para determinar que una persona culpable o inocente de algo que se le imputa es un juez, por lo tanto cualquier otra imputación que se haga vía redes sociales carece de sustento y validez alguna”, sostuvo.
La especialista en derecho informático dijo que al final del día no habrá forma de saber si la denuncia anónima que se hizo a través de esta cuenta de Twitter (Me Too Músicos Mexicanos) realmente tenía sustento o era algún tipo de forma para extorsionar o acosar a este músico, sin embargo, el hecho es que terminó en un suicidio.
Solís Arredondo dijo que el problema de las denuncias anónimas es que no llevan a ningún lado, es decir, que no se le va a atender correctamente a la víctima, y por otro lado se está faltando a las garantías constitucionales fundamentales como es el hecho de tener que pasar por un proceso debidamente juzgado.
Priscila González Mar, académica y consultará en la carrera de Psicología de la UP, dijo que antes de hacer una acusación en cuentas de redes sociales, hay que tener en cuenta que esto puede ser perjudicial para la otra persona.
Tras la muerte de Vega Gil se abre el debate sobre hasta qué punto es correcto realizar denuncias anónimas, tomando en cuenta que muchas de ellas pueden ser ciertas, mientras que otras solo afectan la vida de un inocente, a través del “linchamiento” mediático.