17 de May de 2024
Cisma en la política europea
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Cisma en la política europea

Oct 3, 2016

 POR LA ESPIRAL

*Claudia Luna Palencia

Ningún país europeo está quedando indemne del renacimiento nacionalista auspiciado por  sus bandos más radicales que cuentan además con el terreno para  recoger sus  frutos porque entre la ciudadanía más afectada por la crisis persiste un resentimiento, un victimismo que desea cobrárselas en las urnas. Votos de castigo contra la socialdemocracia y los conservadores en el poder.

Primero se vio a los países del Mediterráneo como el escenario del nuevo brote porque son las economías a las que la UE en su conjunto en parte rescató y obligó a realizar sendos ajustes económicos, presupuestales y fiscales.  Así en Italia, el Movimiento 5Estrellas comandado por el cómico Beppe Grillo ha ido escalando en relevancia dentro del poder político italiano a tal grado que en los pasados comicios municipales,  Virginia Raggi, obtuvo el puesto de la primera mujer alcaldesa de Roma abanderada por el Movimiento 5Estrellas.

En Portugal,  donde los recortes dejaron una estela de pobreza, a finales del año pasado Pedro Passos Coelho del Partido Social Demócrata si bien ganó las  elecciones para continuar como primer ministro no obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento; para evitar una crisis institucional, se formó un Gobierno de izquierda con Antonio Costa como primer ministro apoyado por el Partido Socialista (PS), Bloco de Esquerda (BE) y el Partido Comunista Portugués (PLP).

En España, Mariano Rajoy, actual presidente en funciones dos veces ganador de las elecciones generales no logra investirse porque el Parlamento  le niega suficientes apoyos. España ha sido uno de los países europeos más golpeados por la crisis económica en todos sus baremos de confort.

El grupo Podemos -de extrema izquierda- nació por generación espontánea en un caldo de cultivo socioeconómico propicio para su retórica. Las dos alcaldesas de Barcelona y  Madrid han contado con su apoyo mientras que en las elecciones generales obtuvo más de 5 millones de votos y su representante Pablo Iglesias sentía que acariciaba la Moncloa.

Este mes, el próximo 20 de octubre, la nación  ibérica cumplirá diez largos meses con un desgobierno en funciones, una crisis institucional visible  y con un reacomodo de fuerzas que arrastra a la debacle al PSOE. En  la joven democracia española, el partido socialista convertido en fiel de la balanza del bipartidismo está hecho pedazos.

Ha ido perdiendo apoyos de manera exponencial hasta Andalucía su tradicional feudo ha ido cediendo la trinchera, la primera cabeza en rodar ha sido la Pedro Sánchez el secretario general del PSOE y dos veces candidato para obtener el gobierno de España (20 de diciembre y 26 de junio).

En España, el escenario político marcha a contrarreloj porque antes del 31 de octubre quedarán disueltas las Cortes para convocarse nuevamente a elecciones… sí las terceras para ver si esta vez el candidato ganador logra los apoyos para investirse como presidente. Realmente sería un  milagro que Mariano Rajoy encontrara en este par de semanas la providencia para que sus opositores en el Congreso no lo bloqueen más.

A COLACIÓN

Empero, la irrupción de los partidos radicales no ha sido exclusiva del Mediterráneo como se creyó en un principio. Las países europeos que tiran de la locomotora de la UE lo experimentan ávidamente.

El próximo año será absolutamente toral para el cónclave unificador porque habrá elecciones presidenciales en Francia  (abril) y  parlamentarias en Alemania (agosto).

Para los franceses, la gestión ante el terrorismo por parte del presidente Francois Hollande revela las graves limitaciones del mandatario para la toma de decisiones. Marine Le Pen, lideresa del Frente Nacional Francés (FN) se ha constituido en una verdadera opción de poder rumbo al Elíseo, de hecho, su partido de extrema derecha promete un referendo para irse de la UE. «Europa nos ha debilitado imponiendo una apertura total de las fronteras», argumenta Le Pen.

Y en Alemania, la popularidad de la canciller Angela Merkel se encuentra en mínimos de cinco años. Para la artífice de la política de cupos en pro de los refugiados sirios y defensora de los minijobs de 450 euros como fórmula para atemperar el creciente desempleo, su intención de reelegirse por otros cuatro  años más  atisba un enorme fracaso. Al interior de las filas de su propio partido Unión Demócrata Cristiana (CDU) crecen voces de descontento por abrir el grifo germano a los asilados por la guerra civil Siria. Merkel está recibiendo sendos avisos de lo qué le espera el próximo año: en los comicios de marzo pasado, su partido recibió un duro descalabro dado que Alternativa para Alemania (AFD) obtuvo una fuerza inusitada siendo la segunda más votada.

Además Merkel perdió su bastión principal en las elecciones regionales cediendo Mecklemburgo-Antepomerania a los populistas de extrema derecha del AFD que ganaron con el 21% de los votos frente al 19% de CDU.  Y hasta en Berlín está cediendo.

La obstinada canciller defiende sus más recientes decisiones aduciendo que Alemania necesita mano de obra para expandir su producción y garantizar sus pensiones; en respuesta a la debacle política recién anunció una rebaja de impuestos 15 mil millones de euros para favorecer a las pymes y a la clase media germana y ha pedido al Parlamento que le ayude a combatir «el creciente populismo».

Por todos sitios se aprecia un enrocamiento de la política con mayores dificultades para gobernar con consenso por parte de los socialdemócratas y otros grupos conservadores obligados a buscar pactos y grandes coaliciones mientras los partidos de extrema izquierda y extrema derecha les crecen como tumores pegados a la espalda; en unos casos convirtiéndose en segunda y en otros tercera fuerza electoral, como sea están obligando a un viraje en las políticas migratorias y de orden económico.