Quizá ello explique la necesidad de Morena y sus aliados para impulsar por cualquier medio la consulta, hasta en anuncios del Metro. Una buena asistencia les ratifica como la fuerza dominante en el ámbito político. Foto: Cortesía INE
Enrique Serna / @esernamx
Ciudad de México 1 agosto 2021.- La Consulta Popular de este domingo, defendida desde el gobierno federal como un ejercicio democrático sin precedentes y cuyo argumento principal es el juicio a expresidentes, pese a la ambigüedad de la pregunta; también podrá interpretarse como un ensayo para futuros comicios. Con la consulta, el presidente y Morena quieren también demostrar el impacto electoral y respaldo popular pregonado desde distintos frentes del cuatroteismo.
Desde esta columna no se discute el clamor popular de justicia, incluso se comparte, pero con la campaña encabezada por Morena y sus aliados para invitar a la participación, además del proceso a los exmandatarios, el oficialismo pretende dar un mensaje a los adversarios políticos y la opinión pública: fortaleza política y estabilidad institucional ante una posible revocación de mandato o la sucesión presidencial.
Para que los resultados de la consulta sean vinculantes los votos a favor deberán superar los 37 millones, más de los que en 2018 llevaron a López Obrador a la silla, cuando el tabasqueño estaba en la cúspide de la aprobación ciudadana.
Además hay que considerar el nivel de polarización social de nuestros días, exponencialmente superior al de julio de 2018, cuando lo que se veía era una esperanza. A poco más de tres años de distancia, para muchos de esos 30 millones que ungieron a AMLO a través de las urnas el anhelo sigue más vigente y vigoroso, va bien; pero para otros la esperanza de cambio se ve cada vez más lejana, ¿preguntarse cuántos se han desencantado de la cuatro te?, la consulta puede dar un acercamiento.
Si la concurrencia no es suficiente, desde la cúpula morenista Delgado ya anunció la reacción legislativa como «plan b», lo que además recuerda otra arista de la consulta, ¿realmente era imprescindible para enjuiciar a expresidentes si había otras vías?
El reto, de tal suerte para el presidente y los suyos es mayúsculo y determinante, el éxito de la Consulta es necesario, pero está en riesgo su alcance. Como ejemplo recordemos uno de los temas insignia de López Obrador, la cancelación del NAICM, que pese a las críticas consolidó su popularidad.
Esa fue una de las primeras consultas impulsadas por el Ejecutivo pero no se atrajo a tantos participantes, quizá por su propia naturaleza y organización más austera, sin la infraestructura con la que ahora el INE operará la Consulta para esclarecer actos de corrupción de funcionarios pasados.
Por respeto a la veda no se pueden compartir cifras de aquel ejercicio.
Quizá ello explique la necesidad de Morena y sus aliados para impulsar por cualquier medio la consulta, hasta en anuncios del Metro. Una buena asistencia les ratifica como la fuerza dominante en el ámbito político.
Pero si los resultados son adversos, como ellos mismos los han considerado, se tiene el recurso de descalificar al INE o a los medios de no difundir la consulta, o argumentar una campaña de desprestigio.
No hay que olvidar el todavía fresco 6 de junio, cuando Morena se reafirmó como la fuerza dominante en la escena política nacional, aunque no con la contundencia que hubieran deseado, como ejemplo su principal bastión, la Ciudad de México, cuyos resultados ya son por todos conocidos.
La oposición tiene bien claro ello y desde sus múltiples trincheras buscaron desmotivar la participación; quizá si, por defender a los expresidentes, pero principalmente ve una oportunidad de oro para acreditar una decaída morenista y renovar bríos tras el respiro que dio el pasado proceso elector.
Sin asegurar, como argumenta el gobierno, que la derecha emprendió una campaña de desprestigio para la elección pasada. Desde la perspectiva que da esta columna si se aprecia que se pretendió desacreditar la consulta, más como estrategia política que como intento de evadir la justicia.
Sheinbaum debe ser una de las más interesadas en el porcentaje de participación, pues para su posible candidatura presidencial no esta mal empezar a medir el arrastre del movimiento que le arropa.
Este ejercicio es formidable, no está en juego la justicia y el visto bueno popular a un posible juicio a los expresidentes, es una termómetro político.
Si usted apreciable lector tiene la convicción de acudir a expresar su opinión o si considera evitar participar, ambas posiciones son para quien esto escribe, dignas de respeto.
Quizá no se esté de acuerdo, se puede participar, o no; pero convendría no permanecer al margen pues, insisto, los resultados pueden ser un buen indicador del futuro próximo para México, con miras a 2024.
No sólo se participa al marcar SI o NO, el ausentismo también dice mucho y un pulgar inmaculado también toma partido.
Después de las intermedias, hoy se dan otros primeros pasos rumbo a 2024, que si bien parecen todavía lejanos, son determinantes; si hay autocrítica los resultados de la consulta debería representar para la cuatrote y para la oposición, una oportunidad de consolidar y reafirmar estrategias o para redefinir sus planteamientos.
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