23 de November de 2024
Día de Muertos
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Día de Muertos

Oct 31, 2016

TRAS BAMBALINAS

*Jorge Octavio Ochoa

En estos días de festividades negras, en que los mexicanos dan rienda suelta a las ironías sobre la muerte, resulta paradójico darnos cuenta de que llevamos más de una década en una danza con los muertos.

Las historias más tenebrosas han ocurrido en México: de crímenes, decapitaciones, cuerpos destazados, desollados, ofrecidos a la Santa Muerte, como una nueva deidad que devora las entrañas.

El crimen organizado se ha convertido en un nuevo poder fáctico que se aposenta en pueblos y rancherías, patrulla carreteras y parajes, desaparece personas, juega con la vida y somete voluntades incluso de la élite política, que sueña con el poder, pero sólo para enriquecerse.

Somos el único país sin guerra en el mundo, donde existen tantos muertos y campos de exterminio, en un conteo macabro de cadáveres en fosas clandestinas, que la memoria simple no puede guardad sin la ayuda de una bitácora a la mano.

México está descompuesto y nuestro escenario de muerte ha llegado a la pantalla grande, en un desfile de calacas y catrinas que hoy se vuelven parte de nuestro folclore, sin saber que el mensaje velado es que somos un país profundamente violento.

Ni mil James Bond podrían ayudarnos. Es tanta la sangre que ha corrido y tanto el terror que han sufrido cientos de familias, que muchos se preguntarían ¿por qué tener clemencia con esos emisarios de la muerte que sólo nos han hundido en el pánico y la zozobra?

Vemos una guerra de exterminio, de grupos o falanges que se miran a sí mismos con asco y que por eso se destazan con tanta crueldad.

Cuando ven al enemigo de otro cartel arrodillados a sus pies, sólo se ven a sí mismos en un espejo y tratan de acribillar su propia sombra, quieren aniquilar sus propios miedos, para que nadie los persiga, aunque la maldición ya les ha caído; a ellos y a sus futuras generaciones.

En medio del relato, resulta hasta bizarro escuchar que uno de ellos pide clemencia; que el estrés lo está matando; el no poder ver a su familia, a su esposa… y uno piensa en aquellos que perdieron a sus hijos, que un día desaparecieron y no los vieron regresar. ¿Quién tuvo clemencia?

¿A qué dios se encomiendan? ¿Dónde está su Santa Muerte a la que tanto idolatran? ¿Por qué no expiar las culpas como modernos Jesúscristos? ¿O acaso el valor no es el mismo estando detrás de una pistola que delante de la ley? Ellos lo saben: están malditos.

Lo curioso es que, para aquellos que creen en el inframundo, las maldiciones y el karma, las evidencias demuestran que los actos sí tienen un peso y se heredan de padres a hijos, como una sombra pesada que llenan de vergüenza, soledad y terror.

Siempre están bajo sospecha o se convierten en chivo expiatorio, Si alguien embosca a militares: “fueron los hijos…” de tal o cual, porque convirtieron el ejercicio del asesinato y de la muerte en una profesión. Sus demonios los seguirán y no habrá Santa Muerte que valga.

Adoradores del poder y del dinero, los mexicanos convivimos con el único enemigo al que no podremos vencer, que se ha convertido en un poder real, con cuentas en el banco: más de tres mil 500 millones de pesos en operaciones ilícitas en el sistema financiero mexicano.

Pero nadie está libre de culpas. La violencia se refleja en esta ciudad, donde día con día nos ofendemos, mentamos madres porque alguien se atrevió a robarnos medio metro de espacio en el Periférico, siempre queriendo establecer la supremacía de unos sobre otros.

Somos, pues, los machos mexicanos. ¡La muerte nos pela los dientes!

 

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