Ciudad de México 12 Junio (MENSAJE POLÍTICO/CÍRCULO DIGITAL).-Recordar el Día Internacional del Trabajador, es rememorar a aquellos que lucharon por una jornada laboral más digna y flexible: “Ocho horas para el trabajo, ocho para dormir y ocho para el hogar” era el lema de los mártires de Chicago. Gracias a miles de trabajadoras y trabajadores y a muchos mártires, se crearon leyes para resguardar estos derechos fundamentales.
Sin embargo, en la actualidad persisten situaciones de precariedad, desigualdad y explotación, que afectan a muchos trabajadores del mundo.
Las formas de explotación laboral de hoy no son las mismas del pasado. Por ejemplo, el salario no coherente con el tipo de trabajo realizado y las horas invertidas; el trabajo forzado, del cual aún son víctimas 21 millones de personas del mundo (según el último estudio proporcionado por OIT); hasta el trabajo infantil.
Deteniéndonos en este último, resulta incongruente categorizar el trabajo infantil como un tipo de explotación laboral, considerando que el término “trabajo” remite a trabajos de adultos, digno y voluntario (OIT, 2014). De hecho, las mismas estadísticas reflejan un futuro poco prometedor, pues, si bien se observa un descenso en los números de explotación laboral infantil, también se observa una considerable disminución en la urgencia por erradicarlo.
Según el Informe de Estimaciones Globales del Trabajo Infantil, presentado por la OIT, cerca de 152 millones de niños y niñas de todo el mundo son explotados laboralmente, es decir, casi 1 de cada 10. Dentro del contexto de América Latina, se observan atisbos de luz esperanzadores, pero aún insuficientes. El trabajo infantil ha disminuido cerca de un 52,5% desde el año 2000, pero aún quedan 5,7 millones de niños que trabajan sin haber cumplido la edad mínima para ello (OIT), y miles más que se desempeñan en trabajos peligrosos.
Toda actividad vinculada a preparar a los niños y niñas para ser productivos en la sociedad adulta, implícitamente, se configuran como un tipo de trabajo infantil, ya que tratar a un menor como un adulto en potencia, es una contradicción desde el plano psicológico. De hecho, desde la pedagogía y en el marco del desarrollo evolutivo, los niños y niñas deben seguir sus propios ritmos de desarrollo y vivir cada etapa de acuerdo con su edad.
Las escuelas juegan un papel importante en guiar a los jóvenes en su desarrollo integral. Sin embargo, muchas veces el sistema escolar ve a jóvenes y adolescentes como pequeños adultos y les exige como tal. Un ejemplo de esto son las pasantías implementadas en diversos establecimientos educacionales, que pueden exigir un periodo de trabajo de 6 meses con un mínimo de 20 horas a la semana, sin remuneración y complementario a las actividades escolares comunes.
Es importante aclarar que no todas las tareas realizadas por los niños son consideradas como formas de trabajo infantil, sino solo aquellas que los priva de vivir su infancia y los coarta desde un plano físico y psicológico, perjudicando su desarrollo cognitivo y emocional y, además, mermando su potencialidad. Familas, directivos y docentes están llamados a proteger a los niños y jóvenes del flagelo del trabajo infantil y procurar que su formación les permita dignificar su futuro y su ingreso al mundo laboral.